Ester Massó
Guijarro
Universidad de Granada, Espanha
RESUMEN
Partiendo del reconocimiento de la
condición compleja del mundo en la globalización y de la necesaria consideración
holística de los fenómenos que se le vinculan, se defenderá aquí una
perspectiva de la sexualidad femenina análogamente compleja, desde la
sugerencia y la defensa del holismo erótico, y como fuente posible de
propuestas y soluciones ante los dilemas y encrucijadas propios de la 'era
global'. La problematización de la sexualidad y el erotismo femeninos desde el
paradigma holístico de la complejidad servirá de pretexto para la consideración
de los problemas globales hoy desde una perspectiva diferente y
multidisciplinar, y desde la denuncia de los paradigmas reduccionistas y
mono-explicativos.
Palabras clave: holismo
epistemológico; sexualidad y erotismo femeninos; globalización;
multidisciplinariedad.
"Resulta
notable que galaxias y astros se constituyan de modo torbellinesco, y que la
forma menos incorrecta de representarse el átomo evoque al torbellino, es
decir, un embuclamiento recursivo"
Edgar MORIN, 1995
Edgar MORIN, 1995
Voy a intentar pergeñar en este artículo un
examen de la sexualidad femenina desde ciertas perspectivas que resultan
especialmente permeables a las ideas rectoras del holismo y del paradigma
moriniano de la complejidad, principalmente. Así, trataré de asociar y poner en
discusión, a modo de embuclamiento recursivo, análisis y campos en
principio disímiles, acaso de ardua confluencia o concurso pero que, sin
embargo, pueden presentar en su encuentro, a mi juicio, una ingente riqueza y
fructificación.
El interés de traer a colación las ideas
del holismo y la complejidad parten de una asunción epistemológica frente al
mundo actual: me resulta difícil comprenderlo - y aún mucho más difícil
proponer alternativas novedosas ante sus problemas - sin partir de ellas, de la
pluralidad y la voluntad armónica que implican.
Sin embargo, traigo aquí en estos momentos
las perspectivas holística y compleja para su específica aplicación a una
cuestión: la sexualidad femenina. Se defenderá el cuerpo femenino como un lugar
de holismo erótico (o bien erotismo holístico) y, finalmente, en
las conclusiones para el debate se extrapolará esta idea a la conveniencia de
contagiar muchos otros ámbitos de acción social y relación humana de esta
perspectiva del holismo (recreada desde la sexualidad femenina en sus orígenes)
y desde una comprensión compleja y contextual de los fenómenos sociales, que
camine constantemente de la mano de lo macro y de lo micro. Así, la afectividad
vendrá a ser entre las personas lo que la solidaridad habría de ser entre los
pueblos o lo que la justicia debería ser entre los diferentes estados del
planeta (la justicia como una lealtad más amplia, diría Rorty); y, en todo ello, puede aprenderse mucho de ciertas enseñanzas que veremos sobre
la sexualidad femenina desde el holismo.
2. Acercándonos al mundo globalizado: el
holismo y el paradigma de la complejidad
"Lo que ha
muerto es el concepto de hombre
insular, aislado, clausurado, autosuficiente. La antropología fundamental
alumbra el concepto de 'hombre peninsular', esto es, unido a la vida
[...]"
Pedro GÓMEZ GARCÍA, 1996
Pedro GÓMEZ GARCÍA, 1996
Son ya muchas y muchos autores hoy los que
se esfuerzan por teorizar y pensar no desde una sola categoría, disciplina o
perspectiva, sino desde la suma de una pluralidad de ellas, sobrepasados por
los grados de complejidad e interrelación crecientes de nuestros 'mundos', de
nuestras sociedades. Siempre hubo un gran nivel de complejidad en todo lo
social, pero creo que la intensificación no sólo cuantitativa sino cualitativa
de la misma, y además a un ritmo de crecimiento exponencial, es, dicho de un
modo muy sencillo, lo que hoy llamamos globalización.
Un ejemplo interesante de esta voluntad
plural es el llamado paradigma de la complejidad del filósofo francés Edgar
Morin; lo comentaré aquí para, seguidamente y tras discutir sobre la
perspectiva compleja y holística de la sexualidad femenina, relacionar ambos
enfoques en el último epígrafe.
El método de la complejidad es generado por
Morin en aras de lograr la reforma del pensamiento que, juzga él, necesitamos
hoy a fin de corregir los enfoques y visiones reduccionistas y simplificadores; el paradigma complejo que debe distinguir y relacionar a la vez.
Hay tres teorías fundamentales en las que
se apoya Morin para desarrollar este método: la teoría de la información, la
teoría cibernética y la teoría de sistemas, cada una aportando diferentes
herramientas heurísticas. Finalmente, Morin hablará de tres principios
fundamentales para su propio 'sistema': el principio dialógico ("pone en
relación dos términos o nociones antagónicas que a la vez se repelen y son
indisociables para comprender una misma realidad");
el principio de recursión (que "supone un bucle generador en el
cual el producto/efecto se convierte en productor/causa de lo que lo
produce")
y el principio hologramático (que "resalta la característica
paradójica de algunos sistemas donde no sólo está la parte en el todo, sino que
está el todo en la parte"
- ésta apela directamente a la idea del holismo, como se verá).
La antropología, pues, - es decir, la
concepción de persona - que subyace al paradigma moriniano es asimismo de tipo
complejo, cosmobio-psicosociológica, articulando physis, bios y ánthropos:
"construye una antropología cimentada por abajo en lo cósmico y lo
biológico y, por arriba, abierta a lo imaginario, al mito y la magia".
Morin considera que son cuatro polos los
que, en una relación sistémica, generan la red de interrelaciones que da lugar
a la 'totalidad antropológica': el sistema genético, el cerebral, el
sociocultural y el ecosistema; en palabras de Morin:
Nos hace falta, pues, insistir en el doble
arraigo del hombre, en el Cosmos físico y en la esfera viviente, al mismo
tiempo que en su doble desarraigo con respecto al uno y a la otra. El hombre es
a la vez plenamente físico y metafísico, plenamente natural y metanatural. Se
ha vuelto extraño a aquello de lo que ha surgido y que, al mismo tiempo,
continúa siéndole íntimo.
Por otro lado, no puede comprenderse el
principio rector del paradigma de la complejidad sin la noción de holismo,
que viene a ser casi su médula espinal conceptual, podríamos decir. Veamos
algunas definiciones para sostener este punto.
La definición que el Diccionario de la Real
Academia Española de la Lengua da de "complejo" es la siguiente:
"(del complexus, part. pas. de complecti, enlazar).1. adj. Que se compone
de elementos diversos. 2. adj. Complicado (enmarañado, difícil). 3. m. Conjunto
o unión de dos o más cosas".
La que nos ofrece de "holista" es: "(de holo - e - ismo).1. m.
Fil. Doctrina que propugna la concepción de cada realidad como un todo distinto
de la suma de las partes que lo componen".
Así pues, la condición holística de
la comprensión que debemos ensayar hoy de un mundo tan altamente complejo
hace que las nociones de holismo y de complejidad resulten indiscernibles entre
sí: comprensión holística de un mundo complejo, por tanto. Como afirma
Morin:
Lo que nos hace falta comprender no es la
cultura excluyendo la naturaleza, no es el espíritu excluyendo el cerebro; por
el contrario, no podemos comprender nuestra naturaleza si excluimos nuestra
cultura, nuestro cerebro si excluimos nuestro espíritu; nos hace falta concebir
la "unidualidad" compleja de nuestro ser natural-cultural, de nuestro
cerebroespíritu, nuestra realidad a la vez natural y metanatural.
La de Morin no es la única muestra acertada
de este denuedo por captar el matiz, por no reducir la observación a una sola
variable, esfuerzo que muchos pensadores y pensadoras hoy tratan de secundar;
así, menciono de forma sucinta otros intentos (algunos más epistemológicos que
otros) de practicar teorías abiertas, multidimensionales y complejas, según
esquemas multipolares y multimodales (varios polos, modos varios). La idea de
la consiliencia de Edward O. Wilson
constituye una noción original a este respecto; Amartya Sen,
en otro ámbito, ha tratado de reflejar esta 'multiplicidad perspectivista' o
perspectiva multimodal al estudio y la investigación sobre la igualdad y la
libertad de los seres humanos, yendo mucho allá de las monoexplicaciones
habituales desde la teoría clásica de la racionalidad (económica).
Desde la misma psicología hoy, que
constituye - podríamos decir - casi una antropología del individuo (o la
persona), ya no se conciben enfoques monológicos, como se puede contrastar en
multitud de autores e investigaciones contemporáneos que consideran a sus
pacientes y terapias desde sus condiciones sociales, físicas, personales,
etc.
Cabe decir que no es cuestión baladí que la
ciencia enfermera, nacida en manos de mujeres y aún hoy primordialmente
femenina, haya sido tradicionalmente holística de un modo genuino en su método
y en su corpus teórico y disciplinar. Florence Nightingale, la madre de
la enfermería moderna, afirmaba ya en 1856 reflexiones tan ciertamente
revolucionarias como la siguiente:
Se tiene la tendencia a creer que la medicina
cura. No es cierto; la medicina es la cirugía de las funciones, igual que la
verdadera cirugía es la cirugía de los órganos y de los miembros; ni la
medicina ni la cirugía pueden hacer otra cosa que quitar las obstáculos; ni la
una ni la otra curan, solo la naturaleza puede curar [...]. Lo que hacen los cuidados
de enfermería en los dos casos es poner al enfermo en las mejores
condiciones para que la naturaleza haga en él su obra.
Y según la definición contemporánea de la
enfermería, ésta se ocupa de la promoción, conservación y restablecimiento de
la salud con atención especial a los factores biológico y psicosocial,
y con absoluto respeto a las necesidades y derechos de la persona atendida.
Con esta referencia a una ciencia
tradicionalmente femenina (y por cierto, creo que a causa de ello también
tradicionalmente menospreciada y ni siquiera considerada ciencia de modo
propio), pasamos al siguiente epígrafe sobre la sexualidad femenina desde las
perspectivas de la complejidad y del holismo.
3. Perspectiva compleja de la sexuali-dad
femenina:
el cuerpo de la mujer desde el holismo erótico
"El deseo tiene diez partes: nueve son
de la mujer y una del hombre"
Homero
Homero
"La mujer tiene una capacidad para la
respuesta sexual infinitamente más grande que la que cualquier hombre pudiera
soñar"
MASTERS y JOHNSON, en Ian KERNER 2006, p. 85
MASTERS y JOHNSON, en Ian KERNER 2006, p. 85
Desde la tradición occidental del cuño
judeocristiano más ortodoxo (siempre las ortodoxias vienen a matar la
creatividad) era común considerar la sexualidad femenina como un objeto oscuro,
lleno de represiones y suciedades, que debía ser destinado eminentemente al fin
procreador (y por ende a la satisfacción y desahogo del 'guerrero'); pero, muy
especialmente, esta sexualidad era considerada, como tantas otras categorías,
desde una perspectiva profundamente masculina y patriarcalista, como si la
sexualidad femenina fuera casi una burda, incompleta y embrionaria imitación de
la sexualidad masculina. Es decir (basta con leer a Freud), el clítoris de
la mujer era un 'pene' en miniatura, anhelante y deforme en su pequeñez. El
orgasmo en la mujer prácticamente no existía - o no debía hacerlo -, en tanto
que el proceso orgásmico femenino es sencillamente distinto al masculino y, por
tanto, invisible a aquellos ojos. El deseo de la mujer era menor o era nulo...
más un largo etcétera bien conocido (y ya criticado hoy, por fortuna).
Y la alternativa a todo esto, por ejemplo
en su versión medieval y posmedieval de la persecución a las brujas, (pero
también en la decimonónica de la Inglaterra victoriana)
era la completa y (aún peor en sus consecuencias) antítesis: la malvada mujer
representante del demonio, ninfómana por definición, transmisora de
enfermedades y embaucadora con su inicua lascivia a no se sabe qué terribles
pactos con el maligno y 'el sendero de la mano izquierda'.
Aquí pretendo entrar en discusión en torno
a la sexualidad femenina desde una perspectiva bien distinta, a saber, desde su
concepción como un tipo de sexualidad holística y compleja, superando la mera
genitalidad (tanto en lo femenino como en cuanto al falocentrismo preponderante
aún hoy) y recuperando ciertas enseñanzas de culturas y tradiciones que, junto
a aquellas ortodoxas mayoritarias, mucho más visibles e influyentes en el statu
quo de sus épocas, han persistido desde la disidencia, acaso al modo de
corrientes subterráneas y bien liberadoras. Así, emplearé principalmente la
concepción de la sexualidad femenina desde el pensamiento tántrico o tantrismo,
y ofreceré también algunas pinceladas sobre de la noción de la mujer y el
erotismo femenino enraizada en espiritualidades antiguas y medievales, visible
hoy en determinados restos artísticos y arquitectónicos.
La sexualidad, ese potente e invencible
nudo gordiano del ser y la vida, es de hecho uno de los fenómenos donde,
primordialmente en su versión femenina, nos hallamos con más interesantes
manifestaciones de la idea de holismo de la que hablamos, de integración,
complejidad y pensamiento en red, incluso, opuesto a un más masculino
pensamiento 'por pasos'.
El tantrismo, tantra o doctrina del sexo
tántrico, ancestral espiritualidad enraizada en la India, pone en efecto en la
mujer el acento de la mayor potencia sexual: ella puede tener múltiples
orgasmos, acumulando más y más energía durante su sucesión, en lugar de
perderla de golpe como sucede con la explosión de la eyaculación masculina.
Así, el tantrismo promueve enseñar a los hombres - esa parte yang de la
unión sexual - a escindir orgasmo y eyaculación, a través de ejercicios de
respiración y control físico-corporal, para emular el proceso orgásmico
femenino: "La mujer es el polo receptivo - tiene que serlo, porque tiene
que ser madre, necesita más energía".
Según el Diccionario de la Real Academia
Española de la Lengua, "tantra" (del sánscrito tantra,
propiamente, "telar", "urdimbre", palabras por cierto bien
evocadoras de holismo y complejidad) es en el hinduismo y en el budismo una
colección de textos sagrados que recogen doctrinas, prácticas y ritos
esotéricos, especialmente relacionados con la sexualidad ya que la consideran
una de las vías más apropiadas para desarrollar la conciencia espiritual y
alcanzar la iluminación a través de la meditación. El sexo tántrico, a la par
que el hatha o el raja yoga, por ejemplo, es una forma más entre otras de
meditación extremadamente espiritual. Hay de hecho vinculaciones íntimas en el
yoga hindú y el tantrismo; éste propone una concepción de la sexualidad
meditativa y trascendental, como vía para religarnos a lo divino a través del amante/amado:
Si tu amante o amado no puede hacerse
divino, entonces nada en este mundo puede ser divino. Entonces, todas vuestras
charlas religiosas no son más que estupideces [...] Tantra es la ciencia de
transformar amantes corrientes en compañeros del alma. Ésta es la grandeza del
tantra.
Esta comprensión divinizante y compleja de
la sexualidad, que la liga a lo nouménico, presenta un alto parentesco
con muchos de los versos o sutras del Bhagavad Gîtâ, texto
clásico del pensamiento clásico hindú (y donde se exponen los fundamentos del
yoga a través del diálogo entre el dios Krishna y el guerrero Arjuna
antes de una batalla) : "Asentado en el cuerpo, emplea y dirige el oído,
los ojos, la piel y la lengua, así como la mente, para disfrutar de los objetos
de los sentidos (sonido, etc)".
Aquí observamos con nitidez cómo se insta a una vivencia global, compleja,
holística y contextualizada de las sensaciones, por supuesto también las sexuales.
Al Bhagavad Gîtâ acompañan libros
hoy ya tan populares que se hallan prácticamente desvirtuados, especialmente
porque, como sucede con muchos textos antiguos, la profundidad en su
comprensión no suele acompañar a su grado de difusión y popularización. El Kama
Sutra o el Koka Sastra, textos clásicos y sagrados hindúes,
presentados hoy a menudo simplemente como una galería variopinta de posturas
sexuales, contienen en su fondo una concepción de la sexualidad y del erotismo
compleja, muy desarrollada, vinculada a la esfera de lo divino y, lo más
interesante aquí, holista: "Kama es el goce de las cosas materiales
a través de los sentidos: oído, tacto, vista, gusto y olfato, [...] Kama es
enseñado por los Kama Sutra (versos del deseo) y por la
experiencia".
Regresando al tantrismo, éste no sólo ubica
la experiencia sexual en un marco meditativo y religioso (en el sentido de religare),
sino que realiza una específica incidencia en lo femenino, en el polo femenino
y la experiencia sexual femeninas, promoviendo en realidad una vivencia de la
sexualidad esencialmente femenina (lenta, meditativa, incitadora de una
mucha mayor contención en la sexualidad masculina a través del aprendizaje,
como decía, de la disociación entre orgasmo y eyaculación): "Las raíces
del sexo están por todo tu ser [...] El cuerpo de la mujer es todo sexual, y
salvo que todo su cuerpo empiece a temblar de placer, que cada célula de su
cuerpo esté involucrada, no podrá tener una explosión orgásmica" [la
cursiva es mía].
Éste es el holismo erótico, el erotismo holístico, al que me he venido
refiriendo desde el inicio. En el tantra la mujer es el centro, es la poderosa,
es la maestra, es la diosa... invirtiéndose los roles de poder y dominación
tradicionales (en otros que, sin embargo, no implican la coacción de ninguno),
y evidentemente en rotunda oposición de aquellas otras concepciones que
menoscababan y escamoteaban, por una u otra razón (bien ensuciándola, por
exceso y desvirtuación, bien negándola, como si fuera una protosexualidad
frente a la masculina) la vivencia femenina de la sexualidad.
Osho es un místico contemporáneo, y un
místico podría considerarse una fuente dudosa en determinados círculos
científicos (si bien aprovecho para poner en cuestión que la ciencia no deba
interaccionar de forma activa con otras disciplinas 'no científicas' e incluso
modos distintos de conocimiento, recordando a Feyerabend). Pero el caso es que
encontramos que el sexólogo contemporáneo Ian Kerner afirma, curiosamente
similar a Osho, sobre el orgasmo femenino que "se origina en la región
genital y se extiende a menudo por todo el cuerpo"
y, sobre el desenlace, que los genitales de las mujeres tardan mucho más en
recuperar su estado normal, entre cinco y diez minutos. Las mujeres no suelen
quedarse dormidas, sus genitales no se vuelven hipersensibles (a excepción del
glande); y no pasan por un periodo refractario, sino que les basta con una
mínima estimulación para hallarse en condiciones de repetir el proceso desde el
principio;
aunque no se trata de una regla exacta, las mujeres suelen experimentar durante
el orgasmo entre seis y diez contracciones, mientras que los hombres sólo
tienen entre cuatro y seis.
No sólo encontramos, pues, estas ideas en
la literatura tántrica, efectivamente de índole espiritualista y mística, o en
ciertos pensadores humanistas, sincréticos e híbridos, que se mueven en el
paradigma del cristianismo crítico (como Leonardo Boff, al que seguidamente
mencionaré). En última instancia, la sexología más revisada (algunos otros nombres
proverbiales en el avance de los estudios sobre sexología femenina - y en
general - son los de Shere Hite, Alfred Kinsey, Pomeroy y Martín o Arnold
Kegel), bien en contra de la falocracia y el falocentrismo ya hoy tan
criticados de Sigmund Freud (quien cuestionó sin fundamentos nada menos que las
funciones del clítoris),
viene a refrendar lo que el tantra lleva proclamando no ya durante siglos, sino
durante milenios desde sus albores en la India antigua. Tal vez no ande tan
descabellada la propuesta de anarquismo epistemológico feyerabendiano,
por el que la ciencia debe recurrir a la mística para inspirarse y orientarse.
No encontramos ideas similares, pues, sólo
en pensamientos orientales, que podrían parecernos más lejanos. Bien al
contrario, hallamos que el brasileño Leonardo Boff, ese franciscano de la
Tierra, asocia el 'sexo ontológico' y la 'dimensiónser', por ejemplo, con la
humanización - más allá de la hominización y con la actitud femenina o, en otras palabras, con el legado
histórico más 'tradicionalmente' femenino - la cooperación frente a la
competencia, por ejemplo, entre otros aspectos.
Afirma Leonardo Boff que "las más
antiguas imágenes sagradas no son de hombres ni de animales. Son 25.000
estatuillas de mujeres grávidas con grandes senos y enormes caderas, las diosas
de la fertilidad".
Y esto no es baladí; se considera un hecho reconocido hoy que las matrices de
creencias más antiguas rendían culto a la feminidad, divinizándola, por
considerar a las mujeres como las generadoras de la vida y por ende llenas de
poder.
La diosa madre, la tierra generadora, el
origen del todo. El mitólogo Joseph Campbell, en su aproximación - y ordenación
cronológica - a las 1500 cosmologías conocidas, constató que las más arcaicas
se referían a una diosa y gran madre, identificada con la tierra, que era el
origen y el fin de todo, además de
omnidadivosa, omnirreceptiva, y creadora de
todas las otras divinidades y, directa o indirectamente, de todos los seres
humanos;
María es la única gran diosa de occidente como lo es Kuan Yin del Oriente y lo
fue Isis para las antiguas culturas mediterráneas, así como lo es Iemanjá para
nuestra cultura popular de tradición afrobrasilera.
La figura femenina de la divinidad en el
seno del judeocristianismo, tratada oficialmente en el Concilio de Éfeso del
año 431,
se extendió desde entonces como el 'culto a María' (María como Theotokus,
Madre de Dios, en lugar de cómo Cristotokus, Madre de la naturaleza
humana de Jesús el Cristo, disparidad central del citado concilio) por todo el
mundo occidental, desde la península ibérica a la moderna Turquía (Anatolia):
El culto se basaba en imágenes evocadoras
de los cultos a la Diosa madre (Isis, Artemisa, Diana, Kali, Cibeles, etc).
Aunque las representaciones procedían de cultos distintos, tanto el tiempo como
en el espacio, todas ellas eran negras, porque el negro es el compendio de
todos los colores, el resumen final de la más profunda sabiduría y la plena
ausencia de luz: era la memoria de los orígenes humanos, el útero materno,
donde se emprende el primer 'viaje iniciático' de nuestra existencia.
Estas deidades vírgenes negras suelen
encontrarse en enclaves considerados 'lugares de poder',
sosteniendo así una antiquísima y milagrosa tradición, vinculada a la
fecundidad, sobre la protección de peregrinos y viajeros, la salud infantil,
etc.
Opino que estas perspectivas que vengo
mencionando de la sexualidad en general, y de la sexualidad femenina en
particular, se enraízan en una concepción de éstas desde el holismo y desde la
asunción de la complejidad. Éstas son, como es evidente, teorías, visiones y
enfoques particulares frente a otros muchos posibles, pero he escogido
presentarlos aquí de esta manera porque considero que pueden alimentar
tendencias bien interesantes y que ofrecen alternativas milenarias para muchos
problemas contemporáneos. A todo esto, repito, es a lo que he dado en llamar,
para la argumentación de este texto, holismo erótico, en un juego con
los términos y con las perspectivas.
4. Conclusiones para el debate: el holismo,
la mujer y la complejidad
"Por eso, en este Cosmos misterioso,
maravilloso y terrible [...] reencontramos una Matria, la Biosfera, a la que
estamos vinculados por una simbiosis orgánica de la que tomamos cada vez más
conciencia"
MORIN, 2003
MORIN, 2003
"Sabemos desde ahora que el pequeño
planeta perdido es más que un hábitat: es nuestra casa, home,
Heimat, es nuestra matria y, más aún, es nuestra Tierra patria. Hemos
aprendido que llegaremos a ser humo en los soles e hielo en los espacios. Desde
luego, podremos irnos, viajar, colonizar otros mundos. Pero es aquí, en nuestra
casa, donde están nuestras plantas, nuestros animales, nuestras muertes,
nuestras vidas. Necesitamos conservar, necesitamos salvar la Tierra
patria"
MORIN, 1996 [la imprenta es mía]
MORIN, 1996 [la imprenta es mía]
La categoría epistemológica del holismo,
así como la llamada teoría de la complejidad, constituyen herramientas
heurísticas interesantes para abordar el mundo humano tal y como se nos
presenta hoy, con sus paradojas y dilemas propios: intensamente globalizado y
crecientemente regionalizado; políglota, babélico e intraducible; multicultural
y transculturizado;
imperial en su cumbre e insurgente en sus límites; etnificado, multimodal,
proteico y generador de nuevos racismos... Las caras del prisma son tantas hoy
que no cabe mirarlas sólo desde un lugar, ya sea éste la atalaya del consumado
y autorizado pensamiento filosófico occidental, en el centro, ya sea desde los
arbustos periféricos de los pensamientos y departamentos partisanos, en los
bordes.
Tanto como es pobre hoy considerar los
estudios teóricos desde una sola perspectiva disciplinar, pues, resulta igualmente
romo tratar de comprender la realidad desde una sola piel, un solo idioma
o una sola experiencia social, nacional, étnica y, por qué no, de sexo-género.
En este entramado difícil que nos toca
vivir, de traslación dificultosa mas apasionante en sus desafíos, revolucionar
la mirada sobre la sexualidad - y por ende sobre la sexualidad femenina
-, revolucionar conceptualmente y en la praxis las atribuciones y
asunciones tradicionales ligadas a ciertas prácticas relativas a la sexualidad
en general y la femenina en particular, pueda ser tal vez uno de los ejercicios
más osados que nos quepa imaginar, por cuanto podría informar muchas otras
esferas de relación e interacción humanas donde, como en tantos ámbitos,
continúan primando -por desgracia a mi entender - unos modos de interacción
planos, horizontales, autoritarios y exentos de la riqueza y el matiz que
imprime la afectividad (categoría profundamente vinculada al concepto de holismo
erótico).
Los cultos antiguos a la sexualidad y a la
fertilidad femeninas, con la figura central de la diosa madre (Isis, Iemanjá,
Kuan Yin, María, tantas otras); la concepción de la sexualidad desde el
milenario pensamiento tántrico; las corrientes espiritualistas medievales
(clandestinas y prohibidas en su tiempo) tan populares hoy como la
espiritualidad templaria... hasta los más modernos enfoques, teorías e
investigaciones de estudiosas como Vandana Shiva, Helen Fisher,
Elisabeth Kübler-Ross,
Dian Fossey, Barbarah McClintock
y tantas otras...
desde todos estos lugares se arrojan luces distintas que nos hacen comprender,
desde las categorías del holismo y de la complejidad, lo que pueda envolver la
sexualidad femenina así como sus implicaciones en otras esferas, conductas y
acciones de las mujeres en distintas épocas y contextos.
Cuando los estudiosos y analistas críticos
contemporáneos se preguntan sobre las alternativas que hayan de ser creadas
para alimentar un pensamiento de contrapoder, en el seno del rostro más duro de
la globalización capitalista (vergonzante 'antiredistribución' de la riqueza,
estructuras políticas de influencia decreciente en un contexto donde el ciego
imperativo del lucro económico adquiere a su vez un poder omnímodo, en el marco
de un vacío de soberanía internacional; imperialismo cultural desde occidente,
etc), éstas se suelen pensar desde categorías generadas por la ciencia
política, la sociología e incluso la antropología política. Se habla de la (re)
distribución de la riqueza (y de la pobreza), pues; se habla de renta, de
libertad incluso (desde los renovados y apasionantes conceptos de Sen), se
habla de legitimidad política, derechos colectivos, derechos humanos, derechos
de autodeterminación, interculturalidad... tantos otros 'nombres propios' de
nuestro horizonte de reflexión crítica hoy, tantas otras 'nociones-paradigma'
con las que levitamos desde la academia.
Sin embargo, a la par de que se habla del respeto
a los derechos humanos y de la revolución que esto supondría en la práctica si
realmente se pudiera impeler a su cumplimiento (cosa que evidentemente no
sucede, al menos hoy por hoy), no suele hablarse de algo mucho más pedestre,
mucho más cotidiano, y mucho más en la médula espinal de lo que tal revolución
supondría, y que es lo que podríamos llamar una segunda, o primera, revolución
aparejada en los modos de relación de los seres humanos: ¿cómo van a
dejar de ser horizontales, imperialistas, autoritarias y exentas en absoluto de
las consideraciones más básicas de respeto y, por qué no, cariño y empatía
humanos, las relaciones entre los países (por ejemplo, las relaciones entre
EEUU y Venezuela o Cuba), si las relaciones análogas entre personas, entre los
mismos vecinos, entre mujeres y hombres, no son transformadas de forma radical?
Hay quienes llaman a esta revolución de la que hablo 'revolución de la
ternura'.
Es en esta debida consideración de lo micro
y local a la par que de lo macro y global donde se juega la legitimidad, la
certeza, la licitud de todas nuestras propuestas y de todas nuestras acciones;
y para esta articulación de lo local y lo global devienen clave (entre otras
varias posibles) las nociones del holismo y de la complejidad, tal y como aquí
se han traído a colación. Ya sea que las apliquemos a la comprensión de la
sexualidad femenina - tema que me ocupaba en esta disertación -; ya sea que
desde los atributos de la sexualidad femenina comprendida por el holismo y la
complejidad nos mudemos, así pertrechadas, a otras cuestiones donde aquellas
lecciones se precisen igualmente; ya sea porque el mundo y la filosofía claman
por una visión más amplia y comprometida, menos nacional y más interregional,
más políglota y menos imperialista... de un modo u otro habremos de comenzar a
ubicar las consideraciones éticas de nuestra responsabilidad sobre el planeta y
sus habitantes por delante del interés personal o del lucro de las grandes
empresas sin rostro.
Clausuro mi exposición, para entibiar un
poquito el cierto tono apocalíptico a que nos hemos visto abocadas, citando el
Informe Oficial de 2001 del Fondo de las Naciones Unidas para la Población:
"La raza humana viene saqueando la Tierra de forma insostenible, y dar a
las mujeres mayor poder de decisión sobre su futuro puede salvar el planeta de
la autodestrucción".
Bibliografía:
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